+
«El Castillito», la vivienda donde vive Stella Maris Corbo Muñoz fue construida por el primer médico del pueblo, el Dr. Torelli, y fue sede del Correo por unos años. Sin revelar su edad, ella nos cuenta que con nueve años se mudó junto a sus padres a la casa de la que hoy es única propietaria. «Para poder hacerle mantenimiento tengo que alquilar piezas, si no, no me da.»
+
Don Antonio Aguirre y su hijo Juan Ángel relatan sus actividades diarias y cómo su pedacito de tierra les da para cultivar y criar animales: «Aquí sacamos de nuestra quinta lo que la tierra nos da para comer».
+
Julio Pereira junto a compañeros de trabajo. Son oriundos de Treinta y Tres y sus jornales son de lunes a viernes montando los postes de luz en rutas nacionales. La empresa les alquila piezas para vivir durante sus estancias de trabajo en la zona. Los fines de semana viajan a la ciudad a visitar a sus familias.
+
Katia Trias vive en Mariscala desde los 12 años. Hoy tiene 32 y es funcionaria zafral de la Intendencia de Lavalleja. Trabaja de 7 a 13 en el barrido de calles. Cuenta que tres veces por semana viaja a Aiguá a estudiar 1.°, 2.° y 3.° año de liceo en un nocturno. «Me anoté hace dos años y ahora me llamaron que tenía lugar… No quiero desperdiciar la oportunidad», dice con orgullo.
+
Washington Lito Othatz vive desde hace cuarenta y siete años en Mariscala. A los 27 vino del campo junto con sus padres y seis hermanos. Trabajador rural de toda la vida, se refiere a sí mismo como «el mejor bailarín de la región»: «Usted pregunte en la zona… Colón, Aiguá, Varela —y hasta en Treinta y Tres mismo—. Me conocen por Lito el Bailarín.»
+
Juan Ángel Aguirre vive actualmente con sus padres en la que es la primera casa construida en Mariscala, orgulloso de ser trabajador rural y de vivir cercano al pueblo. «Acá en Mariscala se sabe todo de todos… ¡Eso es lo lindo!»
+
Chiquito es cantinero de oficio. Es oriundo de Mariscala y próximo a sus setenta años cuenta que tuvo dos cantinas más, al mismo tiempo, dentro del pueblo, pero se cansó y se quedó con una sola, la del club. Abre de lunes a lunes y cuenta que «solo cierro cuando tengo que visitar al médico en Montevideo». Carbajal, que escucha atento la conversación, asiente con la cabeza del otro lado del mostrador.